Lo que dolió no fue el golpe
No lloré por ti
No me tiraron tus palabras
Lo peor fue, es y será la cicatriz
Lloré por mis nuevas ruinas
Dibujé mis cicatrices en papel
Leí versos que conocían mis heridas
El eco de los golpes todavía se escuchaba
Poemas que llevaban tu nombre
ni si quiera hablaban de ti
Era mi cicatriz mimándose,
El dolor en plena catarsis
Insomnio artificial
De la individualidad nace la capacidad creadora
miércoles, 10 de abril de 2019
domingo, 11 de noviembre de 2018
Grietas
Ya no tengo frío, solo sed
No queda agua ya en el río
Los rayos del Sol secan mi piel
Sigo
Mis pensamientos van deprisa y me mareo
Creo que mis pulmones se han roto
Respiro
La barca se desvanece
Me ahogo en el agua sin río
Sigo
Noto cómo se agrieta mi pecho
Entra aire áspero, duro y sucio
Cojo más y lo echo
El hambre me come, la sed me asfixia
El agua del río crece
Tapa mis manos heridas
Me mira y me las quita sin decirme que es para siempre
Ya no sigo
Mi cuerpo ya no pesa, solo duele
viernes, 13 de julio de 2018
Perfección
Buscar la perfección individual es un camino sin fin. Para poder llegar al final, es necesario que este exista, y la perfección tal y como la hemos creado los seres humanos no existe. La perfección es un concepto salpicado por la moral, y la moral fuera del ámbito humano no tiene sentido, y por consecuencia la perfección tampoco.
Por eso, solo se puede hablar de la perfección dentro de la esfera humana, pero siempre como algo potencial y no real. Tendemos a culparnos por nuestras incoherencias como seres individuales, dándole una importancia extrema a las contradicciones en nuestros pensamientos o acciones. Solemos tener como meta llegar a ser la versión más "perfecta" posible de nosotros mismos. No queremos equivocarnos, no aceptamos estar por debajo de ninguna parte de la existencia que no sea humana. Sin embargo, estaríamos más cerca de la perfección si no huyéramos de nuestros errores. Y sobre todo, si no nos produjera malestar saber que somos parte de la existencia y no dueños de ella. La religión se ha acercado a esto último, pero sigue manteniendo como ser superior una figura con características humanas.
Abraham Maslow (1967) lo expresó muy bien: "En resumen, no busco la perfección en la naturaleza humana. Buscarla es un gran error y un camino seguro hacia la desilusión y la infelicidad en la vida."
Por eso, solo se puede hablar de la perfección dentro de la esfera humana, pero siempre como algo potencial y no real. Tendemos a culparnos por nuestras incoherencias como seres individuales, dándole una importancia extrema a las contradicciones en nuestros pensamientos o acciones. Solemos tener como meta llegar a ser la versión más "perfecta" posible de nosotros mismos. No queremos equivocarnos, no aceptamos estar por debajo de ninguna parte de la existencia que no sea humana. Sin embargo, estaríamos más cerca de la perfección si no huyéramos de nuestros errores. Y sobre todo, si no nos produjera malestar saber que somos parte de la existencia y no dueños de ella. La religión se ha acercado a esto último, pero sigue manteniendo como ser superior una figura con características humanas.
Abraham Maslow (1967) lo expresó muy bien: "En resumen, no busco la perfección en la naturaleza humana. Buscarla es un gran error y un camino seguro hacia la desilusión y la infelicidad en la vida."
lunes, 19 de marzo de 2018
7 de enero de 2018
¿Por qué ese empeño en estar felices? ¿Por qué negar nuestra
naturaleza si somos seres sufrientes?
El ser humano tiene una vida muy dura, es raro ver a alguien
sin problemas ni preocupaciones. Vivimos con el peso de la muerte sobre
nosotros, arrepintiéndonos del pasado y dando vueltas siempre al presente y al
futuro presente.
Somos dolor, y la alegría es solo una fase entre dos estadios
de dolor. La idea de que todo va a ir bien es mentira, pues eso solo pasa en
las fantasías de vigilia. Ni si quiera en los sueños somos felices.
miércoles, 31 de enero de 2018
Las niñas llevan falda
Feminismo
Amor
Convivencia
Sociedad
Machismo
Temor
Violencia
Suciedad
Fácil, ¿no? Es muy sencillo abrir los ojos, no tanto el querer hacerlo
¿Tanto nos duele la libertad?
¿Tanto pican los derechos?
Las niñas llevan falda
No muy larga, no vayan a parecer monjas
Tampoco corta, que no son putas
Las niñas no tienen pelos en las piernas. Es feo y da asco. Es antinatural. ¿Fútbol? No, que luego se nos hace lesbiana. Mejor ballet,
que es de niñas.
Los niños no pueden llevar falda, lo dice la biología. Les
gusta el color azul y son brutos e insensibles. No juegan con muñecas, eso es
de enfermos maricones. A los niños les tienen que gustan las cosas de niños,
les gustan las niñas.
A cualquier chica adolescente le encanta el maquillaje, la
ropa. Colonia, revistas de moda. Está loca por que los chicos le hagan caso, una señorita
fina y educada. Sumisa y obediente. Preocupada por su hombre, a quien le debe todo. Una mujer
debe servir a su hombre porque él está cansado de trabajar y no quiere aguantar
las tonterías de su esposa al llegar a casa.
Fácil, ¿no?
Juan mantiene a su mujer. Él trabaja y ella está todo el día
en casa, sin hacer nada. Qué suerte tiene Sandra. Debería estar agradecida por
todo lo que le ha dado él, le ha dado un hijo, una casa, un marido que la
quiere y se preocupa por ella. No quiere que le pase nada malo, y por eso no
deja que vaya sola a los sitios, ni tampoco que salga con amigos. Podrían pasarle
mil cosas terribles y Juan la quiere proteger. Porque la ama. Qué suerte tiene
Sandra.
¿Violencia de género? Eso no existe, las mujeres también
violan. ¿Machismo? Se lo han inventado las feminazis que solo saben quejarse.
Si ya pueden votar, ¿qué más quieren?
Que se vayan a fregar y que se callen ya esas ZORRAS.
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viernes, 12 de enero de 2018
The Raven (Edgar Allan Poe)
Once upon a midnight dreary, while I pondered weak and weary,
Over many a quaint and curious volume of forgotten lore,
While I nodded, nearly napping, suddenly there came a tapping,
As of some one gently rapping, rapping at my chamber door.
`’Tis some visitor,’ I muttered, `tapping at my chamber door –
Only this, and nothing more.’
Ah, distinctly I remember it was in the bleak December,
And each separate dying ember wrought its ghost upon the floor.
Eagerly I wished the morrow; – vainly I had sought to borrow
From my books surcease of sorrow – sorrow for the lost Lenore –
For the rare and radiant maiden whom the angels named Lenore –
Nameless here for evermore.
And the silken sad uncertain rustling of each purple curtain
Thrilled me – filled me with fantastic terrors never felt before;
So that now, to still the beating of my heart, I stood repeating
`’Tis some visitor entreating entrance at my chamber door –
Some late visitor entreating entrance at my chamber door; –
This it is, and nothing more,’
Presently my soul grew stronger; hesitating then no longer,
`Sir,’ said I, `or Madam, truly your forgiveness I implore;
But the fact is I was napping, and so gently you came rapping,
And so faintly you came tapping, tapping at my chamber door,
That I scarce was sure I heard you’ – here I opened wide the door; –
Darkness there, and nothing more.
Deep into that darkness peering, long I stood there wondering, fearing,
Doubting, dreaming dreams no mortal ever dared to dream before;
But the silence was unbroken, and the darkness gave no token,
And the only word there spoken was the whispered word, `Lenore!’
This I whispered, and an echo murmured back the word, `Lenore!’
Merely this and nothing more.
Back into the chamber turning, all my soul within me burning,
Soon again I heard a tapping somewhat louder than before.
`Surely,’ said I, `surely that is something at my window lattice;
Let me see then, what thereat is, and this mystery explore –
Let my heart be still a moment and this mystery explore; –
‘Tis the wind and nothing more!’
Open here I flung the shutter, when, with many a flirt and flutter,
In there stepped a stately raven of the saintly days of yore.
Not the least obeisance made he; not a minute stopped or stayed he;
But, with mien of lord or lady, perched above my chamber door –
Perched upon a bust of Pallas just above my chamber door –
Perched, and sat, and nothing more.
Then this ebony bird beguiling my sad fancy into smiling,
By the grave and stern decorum of the countenance it wore,
`Though thy crest be shorn and shaven, thou,’ I said, `art sure no craven.
Ghastly grim and ancient raven wandering from the nightly shore –
Tell me what thy lordly name is on the Night’s Plutonian shore!’
Quoth the raven, `Nevermore.’
Much I marvelled this ungainly fowl to hear discourse so plainly,
Though its answer little meaning – little relevancy bore;
For we cannot help agreeing that no living human being
Ever yet was blessed with seeing bird above his chamber door –
Bird or beast above the sculptured bust above his chamber door,
With such name as `Nevermore.’
But the raven, sitting lonely on the placid bust, spoke only,
That one word, as if his soul in that one word he did outpour.
Nothing further then he uttered – not a feather then he fluttered –
Till I scarcely more than muttered `Other friends have flown before –
On the morrow he will leave me, as my hopes have flown before.’
Then the bird said, `Nevermore.’
Startled at the stillness broken by reply so aptly spoken,
`Doubtless,’ said I, `what it utters is its only stock and store,
Caught from some unhappy master whom unmerciful disaster
Followed fast and followed faster till his songs one burden bore –
Till the dirges of his hope that melancholy burden bore
Of “Never-nevermore.”‘
But the raven still beguiling all my sad soul into smiling,
Straight I wheeled a cushioned seat in front of bird and bust and door;
Then, upon the velvet sinking, I betook myself to linking
Fancy unto fancy, thinking what this ominous bird of yore –
What this grim, ungainly, ghastly, gaunt, and ominous bird of yore
Meant in croaking `Nevermore.’
This I sat engaged in guessing, but no syllable expressing
To the fowl whose fiery eyes now burned into my bosom’s core;
This and more I sat divining, with my head at ease reclining
On the cushion’s velvet lining that the lamp-light gloated o’er,
But whose velvet violet lining with the lamp-light gloating o’er,
She shall press, ah, nevermore!
Then, methought, the air grew denser, perfumed from an unseen censer
Swung by Seraphim whose foot-falls tinkled on the tufted floor.
`Wretch,’ I cried, `thy God hath lent thee – by these angels he has sent thee
Respite – respite and nepenthe from thy memories of Lenore!
Quaff, oh quaff this kind nepenthe, and forget this lost Lenore!’
Quoth the raven, `Nevermore.’
`Prophet!’ said I, `thing of evil! – prophet still, if bird or devil! –
Whether tempter sent, or whether tempest tossed thee here ashore,
Desolate yet all undaunted, on this desert land enchanted –
On this home by horror haunted – tell me truly, I implore –
Is there – is there balm in Gilead? – tell me – tell me, I implore!’
Quoth the raven, `Nevermore.’
`Prophet!’ said I, `thing of evil! – prophet still, if bird or devil!
By that Heaven that bends above us – by that God we both adore –
Tell this soul with sorrow laden if, within the distant Aidenn,
It shall clasp a sainted maiden whom the angels named Lenore –
Clasp a rare and radiant maiden, whom the angels named Lenore?’
Quoth the raven, `Nevermore.’
`Be that word our sign of parting, bird or fiend!’ I shrieked upstarting –
`Get thee back into the tempest and the Night’s Plutonian shore!
Leave no black plume as a token of that lie thy soul hath spoken!
Leave my loneliness unbroken! – quit the bust above my door!
Take thy beak from out my heart, and take thy form from off my door!’
Quoth the raven, `Nevermore.’
And the raven, never flitting, still is sitting, still is sitting
On the pallid bust of Pallas just above my chamber door;
And his eyes have all the seeming of a demon’s that is dreaming,
And the lamp-light o’er him streaming throws his shadow on the floor;
And my soul from out that shadow that lies floating on the floor
Shall be lifted – nevermore!
Over many a quaint and curious volume of forgotten lore,
While I nodded, nearly napping, suddenly there came a tapping,
As of some one gently rapping, rapping at my chamber door.
`’Tis some visitor,’ I muttered, `tapping at my chamber door –
Only this, and nothing more.’
Ah, distinctly I remember it was in the bleak December,
And each separate dying ember wrought its ghost upon the floor.
Eagerly I wished the morrow; – vainly I had sought to borrow
From my books surcease of sorrow – sorrow for the lost Lenore –
For the rare and radiant maiden whom the angels named Lenore –
Nameless here for evermore.
And the silken sad uncertain rustling of each purple curtain
Thrilled me – filled me with fantastic terrors never felt before;
So that now, to still the beating of my heart, I stood repeating
`’Tis some visitor entreating entrance at my chamber door –
Some late visitor entreating entrance at my chamber door; –
This it is, and nothing more,’
Presently my soul grew stronger; hesitating then no longer,
`Sir,’ said I, `or Madam, truly your forgiveness I implore;
But the fact is I was napping, and so gently you came rapping,
And so faintly you came tapping, tapping at my chamber door,
That I scarce was sure I heard you’ – here I opened wide the door; –
Darkness there, and nothing more.
Deep into that darkness peering, long I stood there wondering, fearing,
Doubting, dreaming dreams no mortal ever dared to dream before;
But the silence was unbroken, and the darkness gave no token,
And the only word there spoken was the whispered word, `Lenore!’
This I whispered, and an echo murmured back the word, `Lenore!’
Merely this and nothing more.
Back into the chamber turning, all my soul within me burning,
Soon again I heard a tapping somewhat louder than before.
`Surely,’ said I, `surely that is something at my window lattice;
Let me see then, what thereat is, and this mystery explore –
Let my heart be still a moment and this mystery explore; –
‘Tis the wind and nothing more!’
Open here I flung the shutter, when, with many a flirt and flutter,
In there stepped a stately raven of the saintly days of yore.
Not the least obeisance made he; not a minute stopped or stayed he;
But, with mien of lord or lady, perched above my chamber door –
Perched upon a bust of Pallas just above my chamber door –
Perched, and sat, and nothing more.
Then this ebony bird beguiling my sad fancy into smiling,
By the grave and stern decorum of the countenance it wore,
`Though thy crest be shorn and shaven, thou,’ I said, `art sure no craven.
Ghastly grim and ancient raven wandering from the nightly shore –
Tell me what thy lordly name is on the Night’s Plutonian shore!’
Quoth the raven, `Nevermore.’
Much I marvelled this ungainly fowl to hear discourse so plainly,
Though its answer little meaning – little relevancy bore;
For we cannot help agreeing that no living human being
Ever yet was blessed with seeing bird above his chamber door –
Bird or beast above the sculptured bust above his chamber door,
With such name as `Nevermore.’
But the raven, sitting lonely on the placid bust, spoke only,
That one word, as if his soul in that one word he did outpour.
Nothing further then he uttered – not a feather then he fluttered –
Till I scarcely more than muttered `Other friends have flown before –
On the morrow he will leave me, as my hopes have flown before.’
Then the bird said, `Nevermore.’
Startled at the stillness broken by reply so aptly spoken,
`Doubtless,’ said I, `what it utters is its only stock and store,
Caught from some unhappy master whom unmerciful disaster
Followed fast and followed faster till his songs one burden bore –
Till the dirges of his hope that melancholy burden bore
Of “Never-nevermore.”‘
But the raven still beguiling all my sad soul into smiling,
Straight I wheeled a cushioned seat in front of bird and bust and door;
Then, upon the velvet sinking, I betook myself to linking
Fancy unto fancy, thinking what this ominous bird of yore –
What this grim, ungainly, ghastly, gaunt, and ominous bird of yore
Meant in croaking `Nevermore.’
This I sat engaged in guessing, but no syllable expressing
To the fowl whose fiery eyes now burned into my bosom’s core;
This and more I sat divining, with my head at ease reclining
On the cushion’s velvet lining that the lamp-light gloated o’er,
But whose velvet violet lining with the lamp-light gloating o’er,
She shall press, ah, nevermore!
Then, methought, the air grew denser, perfumed from an unseen censer
Swung by Seraphim whose foot-falls tinkled on the tufted floor.
`Wretch,’ I cried, `thy God hath lent thee – by these angels he has sent thee
Respite – respite and nepenthe from thy memories of Lenore!
Quaff, oh quaff this kind nepenthe, and forget this lost Lenore!’
Quoth the raven, `Nevermore.’
`Prophet!’ said I, `thing of evil! – prophet still, if bird or devil! –
Whether tempter sent, or whether tempest tossed thee here ashore,
Desolate yet all undaunted, on this desert land enchanted –
On this home by horror haunted – tell me truly, I implore –
Is there – is there balm in Gilead? – tell me – tell me, I implore!’
Quoth the raven, `Nevermore.’
`Prophet!’ said I, `thing of evil! – prophet still, if bird or devil!
By that Heaven that bends above us – by that God we both adore –
Tell this soul with sorrow laden if, within the distant Aidenn,
It shall clasp a sainted maiden whom the angels named Lenore –
Clasp a rare and radiant maiden, whom the angels named Lenore?’
Quoth the raven, `Nevermore.’
`Be that word our sign of parting, bird or fiend!’ I shrieked upstarting –
`Get thee back into the tempest and the Night’s Plutonian shore!
Leave no black plume as a token of that lie thy soul hath spoken!
Leave my loneliness unbroken! – quit the bust above my door!
Take thy beak from out my heart, and take thy form from off my door!’
Quoth the raven, `Nevermore.’
And the raven, never flitting, still is sitting, still is sitting
On the pallid bust of Pallas just above my chamber door;
And his eyes have all the seeming of a demon’s that is dreaming,
And the lamp-light o’er him streaming throws his shadow on the floor;
And my soul from out that shadow that lies floating on the floor
Shall be lifted – nevermore!
sábado, 9 de diciembre de 2017
¿Hipocresía?
Hace unos días, hablando con una amiga, critiqué a las personas extremadamente celosas, dije que no era sano ser tan posesivo. Lo critiqué con tal seguridad que ella inmediatamente me contestó: “Pues tú también lo eres”. Mi amiga quería mostrarme que no puedo estar en contra de que algo que yo a veces también hago. Fue entonces cuando me di cuenta de que tenemos
muy asumido que lo que hacen los demás y lo que piensan que deberían hacer coincide
sistemáticamente, y por eso no concebimos que alguien critique algo que a su vez, también hace.
Por ejemplo: si hacemos una pregunta a alguien y nos contesta
de una forma arisca, pensamos que esa persona no quiere hablar con nosotros o
que contestó así deliberadamente. Automáticamente hacemos un juicio basado en
su comportamiento sin tener en cuenta otros factores. Lo más probable es que no quisiera actuar así porque sabe que no le gusta ser así. Sin embargo, a pesar de que no le guste ser así, lo es en muchas ocasiones. Esta persona ha sido arisca, y esto no le impide sentirse molesta si alguien le trata de esa misma forma. No le gusta el lenguaje arisco, ni en ella ni en los demás, ¿por qué no iba a poder quejarse de alguien que también es como ella?
Otra situación más concreta: Yo fumo, y cuando veo que mi
hijo fuma, le advierto de que no debería hacerlo. La respuesta de mi hijo
probablemente sería: “¡Tú también lo haces! No puedes decirme eso”. Pero claro
que puedo, y no porque sea mi hijo sino porque también sé que yo no debería
fumar.
Tenemos una tendencia a creer que los demás siempre actúan
conforme a sus ideas, y por lo tanto, inferimos cómo piensan a través de su
comportamiento. Esto se debe, en parte, a la disonancia cognitiva (aquella de
la que habló Festinger): cuando lo que hacemos y lo que pensamos no coincide,
cambiamos los pensamientos o los actos para eliminar la tensión que esta
incongruencia nos producía. Volviendo al ejemplo de antes, si yo fumo pero no me gusta ser fumadora, intentaría dejar de fumar, y en caso de no conseguirlo cambiaría mis pensamientos respecto al tabaco. Trataría de evitar pensar en los efectos perjudiciales del tabaco y puede que incluso me llegase a creer que fumo porque quiero. Pero… ¿qué pasa cuando no podemos cambiar nuestras
ideas ni nuestras acciones cuando estas se contradicen? ¿Seremos unos hipócritas por hacer algo y pensar lo contrario? Muchos
nos dirán que sí, pero la hipocresía es resultado de mentir o fingir. No hay
nada más sincero que aceptar las propias contradicciones, yo creo que los
hipócritas serían los que afirman que fumar no es tan malo para así estar en
paz consigo mismos.
Con todo esto, insisto en que es válido criticar a quienes actúan como nosotros porque como ya he dicho, que hagamos algo no significa que estemos de acuerdo con ello.
Con todo esto, insisto en que es válido criticar a quienes actúan como nosotros porque como ya he dicho, que hagamos algo no significa que estemos de acuerdo con ello.
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